Un universo paralelo

21.10.2013 23:46

Todavía no se sabe si existe vida en otro planeta, pero por lo pronto la humanidad ha creado la forma de interactuar con la galaxia del software y los microchips. La doctora Marcela Riccillo y el activista tecnológico Juan Pablo Manson narran sus experiencias.

 (Por Damián Balceda) El avance tecnológico no deja de sorprender a propios y extraños, a tal punto que cada día aparecen nuevos artefactos que dejan otros en el olvido o los hacen parecer obsoletos. El universo cibernético no encuentra límites y para entender mejor el porqué de ésta vorágine Quince en uno consultó a la doctora en Ciencias de la Computación Marcela Riccillo y al presidente del Polo Tecnológico de Rosario, Juan Pablo Manson.

 El nacimiento de la robótica se remonta al año 1942, bajo el nombre del bioquímico norteamericano Isaac Asimov, quien desde su juventud fue un superdotado y creyó en la idea de una ciencia capaz de combinar la ingeniería mecánica y la inteligencia artificial. De allí en adelante el sueño del científico se convirtió en una realidad que por momentos parece superadora. Hoy en día existen máquinas que realizan todo tipo de tareas y se escalonan por encima de sus mismos creadores.

 La profesora de la Universidad de Buenos Aires es especialista en la denominada “Robótica Humanoide” y detalla que ya existen en el mundo maquinas que son capaces de desarrollar sentimientos. Ese desarrollo alcanzado en los laboratorios trae en nuevo debate ético, sobre el que Riccillo detalló: “Las personas pretenden que los robots sean cada día más parecidos a ellas, pero no se dan cuentan que están jugando con fuego. Los humanos son únicos e irremplazables, mientras que la vida de un robot sólo duraría hasta que alguien decida apagarlo”.

 Además, la bonaerense comentó que la etimología de la palabra robot deriva del checo y que se refiere a la servidumbre y el trabajo forzado. “Se dice que ellos fueron creados para cumplir tres funciones: proteger, obedecer y autoprotegerse. Sin embargo ya superaron esas barreras y podemos encontrar algunos que juegan fútbol, son mascotas y actúan como niñeros divirtiendo a los más chicos”.

 La evidencia de que nada es inalcanzable para el mundo de la robótica queda a las claras, sin embargo hay otras patas en la mesa tecnológica que hacen a este universo infinito. El rosarino Juan Pablo Manson es un apasionado de las interfaces cerebro-computadora, que tiene su origen en 1875, cuando Richard Caton utilizó un galvanómetro para medir y descubrir la actividad eléctrica que se generaba en el cerebro de algunos animales.

 El activista tecnológico, como le gusta que lo llamen, fundó en 2011 la empresa Interactive Dynamics dedicada justamente a este tipo de creaciones, sobre las cuales relató: “Los interfaces son dispositivos que permiten detectar actividad cerebral asociada a pensamientos y pequeños movimientos musculares, que se transfieren a una computadora. Un software especialmente diseñado traduce todo a un comando que hace posible ejecutar la acción”.

 Pero más allá de haber logrado un enorme avance controlando pequeñas máquinas mediante la reacción del cerebro, Manson quería hacer que “ayude a la humanidad”. A fines de 2012, firmó un acuerdo con la Fundación Rosarina de Neuro-Rehabilitación y a mediados de este año presentó en sociedad una silla de ruedas que se desplaza con el poder de la mente. “Tal vez esto no ayude a recuperarse emocionalmente a las personas que utilicen este artefacto, pero es una manera de hacer que ellos también puedan interactuar con el mundo digital y sientan su importancia”, se sinceró.

 Casi sin que el común de la gente pueda notarlo, las barreras del conocimiento se expanden hasta el infinito, y en ese sentido la cibernética va un paso adelante del resto. El asombro es constante, aunque siempre se verá opacado por uno mayor que está esperando a la vuelta de la esquina.

 

 

 

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