Tres días para degustar comidas y bebidas

13.05.2013 23:56

 

(Por Sofía Gisel Correa) La Feria Internacional de la Alimentación en Rosario (FIAR), que se realizó en Metropolitano entre el miércoles 8 y el sábado 11, fue todo un éxito. Sus puertas estuvieron abiertas para todo aquel que quisiera ir, sólo había que hacer la cola y presentar los datos personales para poder acreditarse, y recibir así un cartelito con un código de barras que permitía el acceso a cada jornada.

 Al llegar al salón Metropolitano se veían los carteles de este evento y, apenas la gente se asomaba, podía ver un gran living dividido en cuatro partes. Del lado izquierdo, y  en color blanco, había sillones, pufs y una mesa ratona con folletos de la Municipalidad y revistas de FIAR que contaban todo el itinerario. Enfrente había una mesa redonda con cuatro computadoras y, al lado, un banco de plaza y una pantalla de proyección donde pasaban propagandas. Y, por último, un cuarto con tres computadoras y una cámara insertada en la pared, con una frase de Víctor Hugo que decía: “No existe un mundo más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”.

 Después de ese punto, el público hacía cola esperando para anotarse en el Foro de Seguridad Alimentaria. Esta identificación se dividía en tres grupos: con carteles de color naranja estaba la gente que iba a pasear o los contingentes escolares; con identificaciones de color azul se designaba a los empresarios; la prensa, por su parte, estaba identificada con carteles verdes. Para ingresar era necesario pasar por dos chicas que controlaban el código de barras que poseía cada persona. Una vez dentro del salón entregaban bolsas para llevar los folletos que repartían las promotoras de cada stand o bien los productos adquiridos.

 Uno de los primeros stands era colorido y repleto de golosinas, con una variedad tentadora. Siguiendo en ese salón estaban los puestos de jugos y galletitas, todos decorados como el stand anterior. En otro espacio se veía un pequeño local donde se vendían artículos de Rosario (remeras, tazas, guías turísticas y demás) y, enfrente, un televisor pantalla plana emitiendo partidos de fútbol y los tres trofeos que se repartirían en el torneo realizado entre las empresas que participaban de la feria.

 Pasando al gran salón se podían observar muchos stands y demasiada gente. Este estaba dividido por dos filas de alimentación, una de tecnología y otra de packaging. La gente no sabía para qué lado mirar: era tanto lo que había que seguramente más de uno tuvo que dar dos vueltas al salón para poder ojear todo. Sobre el costado izquierdo de la sala se montó una panadería con todas las máquinas y, mientras la gente los observaba, los panaderos hacían medialunas y bizcochos para que el público probara. Del otro lado se armó un bar chiquito con dos mesas, con dos sillas cada una, y tres hornitos para calentar las facturas. Y, además, un pequeño mostrador.

 Ocupando el centro del salón, Paladini presentó uno de los puestos más importantes, con exhibidores de fiambres. Como en cada uno de los stands, las mesas y sillas también formaron parte de su propuesta. Entre las empresas más conocidas estuvieron La Virginia, Sugarosa y La Montevideana, que este año se sumó a la feria, al igual que el espacio dedicado a las golosinas.

 Además de los emprendedores rosarinos se podían ver locales de Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, San Luis y Córdoba. Obviamente la de estos últimos fue una de las más llamativas ya que estaba de color violeta, se escuchaba cuarteto y su alegría atraía a mucha gente. En San Luis se vendían quesos, salames y vinos, al igual que en las otras provincias, pero ellos tenían algo distintivo: vendían el relleno deshidratado para empanadas o tartas de verdura en sobres de 100 gramos. A cada persona que se acercaba  le explicaban cómo se utilizaba este producto.

 Fuera de la gran sala se montó una carpa que incluía un restaurant para todo aquel que quisiera descansar un rato y comer algo. En el centro de esa estructura se puedieron ver productos artesanales, quesos saborizados, cervezas, licores, salames y distintos tipos de té. Luego, en un stand de miel llamaba la atención una colmena de exhibición de abejas, que permitía ver cómo hacían la miel. También resultó atractivo el trabajo de un escultor que hacía sus obras con verduras, y que dejó maravillado a todo el mundo.

 Ya fuera de la carpa, otro de los espacios estuvo dedicado a “Expopanificados”, donde se brindaron clases de panadería para todo aquel que se quisiera acercar. Al lado estaba la sala llamada “Pastas frescas”, donde se observaban todo tipo de maquinarias que realizaban distintos productos. Otra de las salas especiales fue la “Gourmet”, ésta tenía un bar, un stand donde vendían uniformes de cheff, panaderos y otros; otro local de cervezas, galletitas y licores artesanales (La Pachamama) y un escenario con dos mesadas para cocinar (que se completaba con microondas, hornos y frízer). Enfrente del escenario se instalaron butacas para que la gente se sentara a ver el show: dos grupos de cocineros debían realizar, en dos horas, el plato principal y el postre que después degustarían seis jueces.

 El último salón fue montado como una carnicería, con la góndola con carnes, las máquinas para cortar, todo tal cual como la del súper o la del barrio. Ante la presencia de una buena cantidad de público, los carniceros explicaban los diversos procesos.

 Llegando al final de la recorrida, y ya sobre el cierre de la exposición, podía escucharse a los turistas consultar sobre posibles destinos para disfrutar del viernes por la noche. La cena, en tanto, ya había sido servida.

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