Los días pasan. Los trabajos también

06.05.2013 21:22

El museo de Casilda rinde un pequeño homenaje a las personas que realizaron labores desaparecidas. El mundo avanzó a pasos agigantados, dejando atrás figuras como las del lechero, el herrero y los barberos, quienes fueron reemplazados por los “estilistas”.

(Por Damián Balceda) Sería algo extraño ver una persona en carreta que baja bidones de leche y los reparte casa por casa. También asombraría entrar a una farmacia y observar cómo se preparan las medicinas en un pocillo antes de ser envasadas. O, acaso, lo mismo ocurriría si en un campo se viera a los peones tratar de matar las plagas a mano. Todo eso forma parte un pasado que quedó en desuso hace tiempo, pero que no impide la valoración de aquellas generaciones que se las arreglaron para vivir, y sobre todo trabajar, en una época que hoy suena a suma precariedad.

El Museo de Archivo Histórico “Santos Tosticarelli” de Casilda, propone para este mes un repaso por los oficios que alguna vez fueron indispensables y se agotaron con el advenimiento de las nuevas tecnologías y un universo globalizado. Al ingresar por la puerta principal se pueden apreciar objetos y fotografías que ilustran la vida del ayer y transportan a cualquiera a esos remotos períodos. María del Carmen Grazziotín es la directora de la institución, una de las mentes brillantes de este homenaje, y en diálogo con “Quince en uno” comentó: “Hicimos una convocatoria para enriquecer el archivo que poseía el museo y estamos conformes con la respuesta que tuvimos. Muchas personas se acercaron y donaron objetos de relevancia”.

Ya sea en ciudades chicas o grandes, pueblos o comunidades, siempre existieron personas que adoptaban un oficio y se transformaban en verdaderos referentes de lo que mejor sabían hacer. Con casi ochenta años en su haber, Domingo Tosello supo ser el herrero más conocido de su barrio y aún conserva en su garaje algunas de las herramientas que lo acompañaron toda su vida. “El taller ya lo abandoné hace rato, porque los utensilios que tengo ya no me sirven. Mis colegas más jóvenes laburan con otras normas y más seguridad”, soslayó el hombre de manos sensiblemente curtidas. Además señaló que en su familia siempre hubo herreros, aunque esa tradición parece haberse cortado ya que sus hijos “tomaron otros caminos”.

Grazziotín recordó una las profesiones que se extinguió de manera definitiva y probablemente no muchos recuerden. “Uno de los trabajos que desapareció es el de los colchoneros. En otros tiempos los colchones estaban hechos exclusivamente de lana y existía un aparato que se llamaba cardadora, que servía para ablandar esa misma lana cuando se apelmazaba”, relató. Ese arduo proceso se tenía que realizar los días de sol, llevaba unas cuantas horas y para evitar las malas postura, se realizaba al menos una vez al año.

Tampoco se ve en las calles de Casilda, ni de cualquier otra ciudad, la figura del lechero, aquel singular hombre que se trasladaba en carreta y se paseaba todo el día ofreciendo el producto lácteo. Jorge Heredia supo realizar esa tarea durante casi cincuenta años y su hija Bianca prestó al museo varios de los viejos y oxidados bidones que él utilizaba. Algunas de las fotografías a color que lo muestran junto a su carruaje, denotan que éste oficio dejó de existir hace muy poco tiempo.

Pero así como existían trabajos determinados que involucraban algún tipo de habilidad especial, las personas que habitaban las zonas rurales se veían involucradas en labores cotidianas. Rosendo Sanitá, quien vivió buena parte de su vida en el campo, aún recuerda cómo se obtenía el agua extrayéndola de un pozo, o bien cómo su esposa se pasaba horas cosiendo en una máquina a pedal. “Era otra forma vivir, toda la familia tenía que colaborar en el hogar y no había un día en el cual no terminara cansado”, expresó.

En el siglo XXI basta con tocar un botón para hacer una llamada, tener información al instante y ahorrar tiempo. La vorágine tecnológica arrasa con aquellos que no pueden seguirle el ritmo y hace parecer anticuadas a esas herramientas, que no son más que los cimientos de la sociedad actual.

 

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