Entre un mundo finito y un sinfín de preguntas
10.06.2013 22:37“Sobre el más allá, lo único que podés hacer es retirarte, hacer silencio”, expresó el filósofo Darío Sztajnszrajber.
(Por Josefina Casanovas) Un domingo por la tarde en la Isla de los Inventos, lugar de entretenimiento para niños, Darío Sztajnszrajber dejó por un momento a su familia y se sentó en un banquito de madera para concretar la entrevista. El filósofo y ensayista habló de temas como la finitud y Dios, asuntos que a todos en algún momento les produjeron angustia e incertidumbre.
Sztajnszrajber dicta clases en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), conduce los programas Mentira la verdad y El amor al cine, por Canal Encuentro. Además trabaja en Radio Madre, en el ciclo El innombrable. Es autor de Posjudaísmo y Para animarse a leer a Platón. Con buena predisposición y entusiasmo, Sztajnszrajber se desconectó de la realidad y entró ‑en el plano donde él se siente a gusto, abrió la puerta del mundo de Platón y Sócrates, entre otros, y dio una gran cátedra de filosofía.
- En un reportaje dijo que la filosofía es más un arte que una ciencia. ¿Cómo podría explicar eso?
-Me parece que así como la filosofía tiene un aspecto puramente argumentativo, lógico, racional, de demostración de ideas, de justificación y fundamentación de conceptos, al mismo tiempo por su énfasis en el desacomodamiento, por su pretensión de desestructurar, de construir las altezas cotidianas, genera un tipo de conmoción en el que lee o escucha filosofía bastante afín a la idea del arte como choque o como producción de una experiencia estética. Depende mucho del tipo de filosofía que se haga pero hay toda una corriente filosófica más preocupada por desacomodar, deconstruir, desmantelar las verdades vigentes que genera en quien escucha la misma sensación que crea el arte. Entonces la filosofía parecería que tiene más que ver con la producción de una experiencia estética, de una emoción, de una perplejidad existencial que con la tarea más propia del científico, que es intentar descubrir verdades o construir certezas. Termina siendo más un martillazo en la cabeza que la lectura más sistemática de un estudio científico.
-¿Qué puede decir acerca de la relación filosofía-religión?
-Creo que tradicionalmente filosofía y religión se presentaron como dos géneros antitéticos, que se niegan mutuamente. Cada uno de los dos encuentra en el otro muchas limitaciones. Me parece que hoy vivimos tiempos de un acercamiento de la filosofía con la religión en la medida en que ambos pueden separarse, aislar de sí mismos su contenido de verdad. Tanto la filosofía como la religión van avanzando hacia la idea de que, por un lado, la filosofía no tiene que ver con la verdad, va demostrando que las verdades son construidas y entonces la va bajando del pedestal. Creo que la religión (aunque suene raro) tiene que ver cada vez menos con una idea de verdad absoluta como que Dios existe y cada vez más se va transformando en una pregunta, en una duda, en una manera de relacionarnos con nuestras incertidumbres. Pero me parece que en la medida que uno entienda que la búsqueda existencial tiene que ver con poder seguir preguntando qué hay más allá del límite (y por eso podemos seguir inquiriendo más allá de esas limitaciones últimas que se nos ponen), se abre un espacio para la filosofía y la religión común. En cambio, las religiones tradicionales renuncian a la búsqueda porque hacen de Dios algo definitivo. Para mí, lo divino, Dios o como quieras llamarlo, es algo que está lejos de la cuestión de la verdad. Entonces es todo lo contrario a hablar en nombre de la verdad, mientras ‑vayamos por ese lado, hay mancomunidad y afinidad entre religión y filosofía. Sobre el más allá, lo único que podés hacer es retirarte, hacer silencio. Es tal su alteridad, es tan otro de mí que no puedo llegar a él. Si lo hago, proyecto mi ser, lo hago finito. Entonces me parece bueno pensar el más allá como un abismo, como algo que es inaprensible para lo humano. Y, sobre todo lo contrario, denunciar a los que se apropian de ese más allá y lo hacen pasar por algo infinito cuando no deja de ser la proyección de los intereses de algunos. Creo que las religiones tradicionales operan en ese sentido, hablan en nombre de un Dios que no es más que una proyección propia.
- ¿Por qué cree que muchas de las personas tienen que crearse esa proyección, aferrarse a ese Dios?
- Porque lo contrario a eso sería aceptar la finitud y todo el vértigo y angustia que genera sabernos seres limitados, finitos. La hipótesis de un más allá que cierra y da una respuesta a esa angustia tiene una función terapéutica, anestésica, es una manera de poder lidiar contra esa angustia existencial que nos produce no entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. Se buscan respuestas seguras, firmes, que puedan quitarnos esa angustia. Creo que esa angustia es muy creativa, no hay que renunciar a ella, hay que amigarse porque es parte de nuestra condición humana.
- Usted, ¿cómo lleva esa angustia?
-La llevo filosóficamente. Una angustia existencial pasa por habilitar preguntas que en general no nos hacemos. Para qué pensar en la nada, en el más allá de la muerte o en el origen de todas las cosas, si son preguntas que al final no pueden ser respondidas de manera resolutiva. Sin embargo, al abrir esas preguntas y darte cuenta que no hay una respuesta final, hay una angustia que te sobreviene. Pero esa angustia a mí me libera, me hace sentir como que entonces no tengo que estar taponando cuestiones que fácticamente hacen a lo que soy, no quiero negar que soy mortal, quiero amigarme con la muerte. Creer que hay vida en el más allá y toda esa promesa religiosa (que además supone que para llegar al más allá tenés que hacer lo que los administradores de los santuarios te dicen) no me cierra. Para eso prefiero todo lo contrario, amigarme con la angustia y preguntarme hasta el final. Platón decía que la filosofía es un ejercicio para la muerte, o sea uno está siempre trabajando el tema y cuando llega lo tenés trabajado. Es asumida la contradicción originaria que implica saber que nacimos para morir y no huir de eso.
Música y filosofía desde el desencaje, según Sztajnszrajber
———
Volver