Dos en uno, de árbitro a profe en un instante

17.06.2013 21:39

 

Marcos Conforti cuenta cómo construyó una historia que lo

llevó a incursionar en dos ámbitos que parecen muy diferentes

(Por Damián Balceda) Personajes como Marcos Conforti son difíciles de encontrar en el mundo. Por su simpatía, su forma de declarar y, sobre todo, porque se encuentra expuesto a un rol multifacético. Es profesor de biología y química en el Colegio Sagrado Corazón y, mientras terminaba sus estudios en la Universidad Nacional de Rosario, optó por realizar un curso de árbitro que lo ayudó a solventar sus gastos en ese momento. Hoy en día combina sus dos pasiones y sabe muy bien cómo disfrutar de ellas sin prejuicios. “En realidad tengo el título de bioquímico. Mi mamá quería que fuera contador pero nunca le dí mucha bolilla. Me recibí en 1997 y al poco tiempo comencé a trabajar como profesor en la universidad. Más tarde me llegó la oportunidad de estar frente a alumnos de secundaria y me dí cuenta que esa era mi verdadera vocación”, relató el ex hombre de la Cooperativa de Árbitros de Rosario.

 

-¿Cómo arrancaste con el arbitraje?

- Tenía un conocido, bastante mayor, que siempre me invitaba y me decía que tenía que probar. Yo jugaba al fútbol pero con la pelota en los pies era bastante mediocre, entonces de esta manera encontré la forma de seguir ligado a un deporte al cual le tengo mucho aprecio. Empezó casi por casualidad y se transformó en una pasión.

 

-¿Es complicado aguantar los insultos?

- Es parte del oficio. Porque uno sabe que la gente nunca te pide justicia, sólo pretende que los favorezcas. La gente está loca y lo vive de esa manera.

 

-¿Nunca pensaste en dejar esa profesión por algún riesgo?

- Sinceramente no. Si bien sufrí varias situaciones atípicas, nunca me sentí en el límite de tener que decir basta. Creo que lo peor que me pasó fue una vez en la cual me tuve que ir a un pueblo vecino para tomarme el colectivo de vuelta. Los que estamos en este rol disfrutamos mucho de estar dentro de la cancha, aunque no lo parezca.

 

-¿Quiénes son más controlables, los alumnos o los jugadores?

- Es un poco complejo (risas). Los adolescentes son bastantes complicados, porque piden que los entiendas y te pongas en el lugar de ellos. Desde mi experiencia me doy cuenta que esto me ayuda a no apagar esa llama de juventud que vive adentro mío. Los jugadores tienen algo particular, el que se pone una camiseta y entra al terreno, cambia radicalmente. Todos se transforman, no son los mismos que uno saluda en la previa al partido.

 

-¿Hay hombres que vendan humo?

- Sí, ni hablar, y los alumnos también lo hacen. Todos los papás piensan que tienen al chico ejemplar y al más respetuoso. Puertas adentro eso se puede modificar.

 

-¿Qué lugares te llevó a recorrer a tu profesión como juez?

- Ante todo tengo que decir que soy formado en la Asociación Rosarina y en mis comienzos tuve el orgullo de dirigir a muchos jóvenes que hoy en día están brillando en el fútbol mayor. Como logros puedo señalar el haber estado presente en los dos mejores estadios de la ciudad. Todo eso me llevó a ser árbitro nacional y de ahí en más pasé por muchas provincias. Tuve el agrado de dirigir en el Chateau Carreras, en el Padre Martiarena de Salta y en el José María Minella de Mar del Plata, entre otros. Son cosas imborrables por el marco que hay en esos lugares.

 

- Volviendo al tema de docencia, ¿es algo para lo que se nace o se hace?

- Estoy convencido de que se lleva en los genes. No es sencillo enseñar, cualquier cosa que uno quiera trasmitir resulta difícil. Un buen profesional tiene que estar bien preparado, no puede ser que un niño de 12 años te corra más rápido por tener una computadora en la mano, o querer saber más por poseer un teléfono con cámara de fotos. Por otra parte hay que tener todas las herramientas necesarias para hacerte entender, esto no pasa por estudiar pedagogía. Los docentes deben exigir en la misma medida en que dan.

-¿A qué nivel se puede lograr una independencia económica dentro del arbitraje?

- Yo llegué a estar en el último escalón del profesionalismo. Jugué varios cotejos del Torneo Argentino A, a un paso de lo que es el Nacional B. Y estando allí te puedo asegurar que no te alcanza la plata para vivir. Solamente los chicos que están en Primera División pueden tener una real estabilidad económica, aunque de ninguna manera se compara con lo que pueden levantar los jugadores.

-Seguramente esto también debe tener su lado gracioso. ¿Hubo alguna vez un insulto que te haya arrancando una sonrisa?

- En ese sentido son muy ingeniosos los cordobeses, tienen una capacidad notable, aunque ellos no lo deben sentir de esa forma. En una de mis primeras experiencias estaba haciendo de juez de línea en una localidad de esa provincia. Yo siempre fui una persona un poquito excedida de peso. En un determinado momento escucho que alguien atrás del alambrado me dice “levantá bien la bandera, sorete de embarazada”. Después un policía en el vestuario me dijo que era porque era ancho y cortito (risas). Son cosas de lo más maravillosas.

 

-¿Existen los dirigentes que te acercan sobres con plata en el vestuario?

- Al vestuario no, pero sí me pasó en mi casa. Lo más increíble es cómo consiguieron la dirección de mi hogar. Me visitaron varias veces los directivos de un club, del cual me reservo el nombre, y me acercaron: primero un televisor, más tarde me ofrecieron un viaje a Europa y después cayeron con cuatro cajas de zapatos que tenían 10 mil pesos cada una. Obviamente no accedí y por suerte el partido resultó muy tranquilo. De todos modos es más fácil sobornar a un jugador que hacerlo con un árbitro.

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