La noche en Pichincha: El barrio creció, los inconvenientes también

25.06.2013 18:53

Los ruidos y cascotazos, las peleas y la suciedad son las consecuencias de la vida nocturna. Los vecinos, las víctimas.

(Por Gisel Morón y Josefina Casanovas) “Yo solía abrir los sábados a la mañana pero no puedo porque me cascotean el local”, comentó el panadero. “Cada vez tengo que abrir más tarde, no puedo abrir a las 8 de la mañana porque tengo miedo de que los borrachos que estén dando vueltas por ahí me golpeen”, aseguró el canillita. Estas son algunas de las frases que se repiten en Pichincha, zona en la que se encuentra la mayor parte de locales nocturnos de la ciudad.

De repente abrir la puerta de la casa y ver las veredas totalmente sucias se ha vuelto una costumbre al igual que encontrar a alguien durmiendo en algún porche de la cuadra. Éstas, como otras tantas, son las situaciones que tienen que soportar los vecinos cada fin de semana e incluso los jueves por la madrugada.

Como todo el país, Rosario no estuvo exenta de las privatizaciones durante el gobierno de Menem. A finales de la década del ‘90, la estación de trenes Rosario Norte decayó en sus servicios y como consecuencia la vida turística y social de Pichincha. De pronto los hoteles, bares y confiterías fueron cerrando. “Se convirtió en un lugar de mala muerte”, precisó Damian Cáneva, vecino del barrio. Ante aquella situación, desde el municipio se creyó que algo había que hacer, por lo que se promulgó la ordenanza N° 7.218 de espectáculos públicos en la que se fomentaba al barrio como área de radicación promovida de confiterías y bares.

Poco a poco los comercios se iban instalando a espaldas de los vecinos. “Nunca se nos pidió opinión, ni se nos habló de esto. Cuando nos dimos cuenta ya estaba lleno”, manifestó Cáneva. Desde ese momento conciliar el sueño fue problema de cada fin de semana, y hartos del griterío los vecinos comenzaron a movilizarse. Estaban convencidos de que las cosas no estaban en regla. Salones de eventos y bares sin amenización musical funcionado como confiterías son los ejemplos más comunes de las tergiversaciones de rubros.

A partir de esto se generó una movilización de vecinos autoconvocados que durante varios años lucharon por sus derechos. Si bien no lograron erradicar los espacios sí consiguieron la modificación de la legislación, tras lo cual se llegó a la ordenanza N° 8059/06. Con esto se consiguió una mejora del Registro de Oposición que permite a los vecinos manifestarse en contra de la apertura de nuevos lugares sin la aceptación de un porcentaje de los vecinos ubicados dentro de los 50 metros lineales, a ambos lados y frente del local.

Esta ordenanza municipal regula los espacios públicos, entendiéndolos como toda reunión, función, representación o acto social, deportivo o de cualquier género, que tenga como objetivo el entretenimiento y que se efectúe en lugares donde el público tenga acceso, como así también en lugares abiertos, públicos o privados, se cobre o no cobre entrada.

Existen dos grupos de locales, los que se habilitan para brindar actividad bailable y en los que no está permitido. Los primeros cuentan con una restricción, es decir que de contar con una oposición expresa del treinta por ciento o más de los vecinos cuyas residencias se encuentren dentro de los 50 metros lineales a ambos lados y de frente al local no pueden abrir.

Esto se realiza mediante un Registro de Oposición. A partir de este plan se presupone que el vecino se opone, entonces si considera no viable la instalación de estos sitios debe expresar su posición. La manifestación de voluntad de los vecinos podrá prestarse con intervención de escribano público o de la autoridad municipal competente y se considerará un voto por parcela o por inmueble sometido al régimen de propiedad horizontal.

Generalmente mediante los diferentes rubros se produce una tergiversación de estas habilitaciones. Cuando no es posible la apertura como confitería bailable, se abren los espacios como cantina o peña que tienen menos rigurosidad en cuanto al porcentaje de oposición de los vecinos. De la misma forma, hay muchos lugares nocturnos funcionando como bar con amenización cuando en realidad no lo son. Ésta es otra falta porque mediante la ordenanza se prohíbe bailar en estos espacios, pero no se cumple.

Si bien estos problemas comenzaron hace una década atrás, todavía siguen vigentes. Más allá de todas las protestas, no se encontró una solución. Las ordenanzas que existen no se cumplen, y además la inspección es muy pasiva. Un día Cáneva se encontró con los inspectores y les dijo: “Mire señor, la habilitación de  se venció hace cinco meses”. “Ah, bueno gracias por avisar”, le respondió el inspector”.

Ante esta situación, indignado, comentó: “Era una cosa que te enervaba”. La cuestión es que, para Cáneva, hay “demasiada benevolencia a la hora de habilitar y demasiada paciencia a la hora de inspeccionar”.

Uno de los casos que generó más indignación en los vecinos fue la apertura de Loft. Los empresarios solicitaban la habilitación del local de Riccheri 33 bis, pero a través del registro de oposición los vecinos lo impidieron. La sorpresa se la llevaron cuando, al poco tiempo, se realizó la apertura del lugar, más allá de contar con la oposición expresa del treinta y tres por ciento (33 por ciento). Sin embargo desde el municipio se le brindó la posibilidad de estar dentro de la categoría de salón de fiestas. Este es tan sólo uno de los tantos casos de tergiversación de rubros en la ciudad. Además de que deja en evidencia la falta de controles por parte del gobierno.

“El chancho no tiene la culpa sino el que le da de comer”, sostuvo Víctor Lacovara, ex miembro de la Vecinal Esteban L. Maradona, del barrio Pichincha. Y aseguró que las leyes están pero lo que falta es un ente que controle como corresponde. Pero no sólo cómo funcionan sino también que respeten los requisitos establecidos en las ordenanzas vigentes, incluyendo por ejemplo la insonorización del lugar, que pocas veces se cumple.

Por su parte, el director general de Inspección de Industrias, Comercios y Servicios, Gregorio Ramírez, sostuvo que en el último año han clausurado “cantidades de lugares”. La clausura puede ser desde veinte días hasta tres meses, depende de la reincidencia del comercio. “Si es un comercio que tiene un comportamiento recurrente en relación a las faltas, inclusive se puede llegar a sacarle la caducidad de la habilitación”, informó. Asimismo, el jefe de la oficina remarcó: “Todos los fines de semana tenemos inspectores que recorren todos los comercios nocturnos: bares, bares con amenización, cantinas, confiterías bailables, peñas y demás”.

Desde la Guardia Urbana Municipal (GUM), en tanto, confirmaron que las quejas son “constantes”. Además, manifestaron: “Es mucha la demanda y no damos abasto”. Desde la oficina aclararon que siempre tratan de mediar en los conflictos porque no pueden tocar a la persona. “Nosotros sólo somos inspectores”. En situaciones cuando no hay vuelta atrás porque los individuos están bajo el efecto de alguna sustancia, su tarea se vuelve “imposible”. En ese momento tratan de preservar la integridad de los inspectores y llaman a la policía de inmediato. “Es que ni siquiera podemos identificar al sujeto que está produciendo el disturbio”, recalcaron desde la GUM.

Por otro lado, Ramírez opinó que la ordenanza 7.218 tiene que ser reformada y más aggiornada a los consumos nocturnos actuales. “Ahora los chicos prefieren lugares más chicos e íntimos”, comentó el jefe del departamento. En la misma línea, el bloque que lidera Jorge Boasso cree que es necesario la creación de un nuevo rubro: los ‘pubs’. “Hoy en día funcionan más los pubs que las confiterías bailables. Lugares donde la gente va a comer y después se levantan las mesas”, señaló Juan Martín, asesor del concejal.

Según Juan Martín los bares terminan siendo “boliches” porque otra posibilidad no le queda a los dueños de estos comercios. “Ellos no tienen la culpa del atraso en la legislación”, insistió. El bloque radical, junto con María Eugenia Schmuck, presentaron a fines del año pasado un proyecto para modificar el actual decreto.   Actualmente, el plan está en tratamiento en comisión de gobierno.


Dicotomía entre los vecinos y los intereses empresariales

Ramírez señaló que trabajan en concordancia con habilitaciones en muchos de los casos. “Generalmente tratamos de que en lugares donde hay un conglomerado de familias no se abran este tipo de comercios -continúo el director-. Se tiene que atemperar y buscar un equilibro entre la denuncia de un vecino y la inversión empresarial”. Además explicó que han tenido denuncias malintencionadas de vecinos sobre lugares en particulares. “Íbamos y no era tanto como se decía”, sostuvo.

En cuanto a lo anterior, Lacovara remarcó que los vecinos no están en contra de las fuentes de trabajo, sólo a favor del cumplimiento de las leyes. Además agregó: “Con ese criterio entonces permitamos todo lo que está prohibido, el contrabando, el narcotráfico, si total le da de comer a muchas familias, yo sólo quiero que cumplan con lo establecido, nada más”. De igual manera reconoció que es complicado continuar con la lucha porque los vecinos se cansan de no obtener respuesta alguna.

Además de que los empresarios incentivan de alguna u otra forma a estos y dejan de acompañar. “Tienen a todo el mundo comprado, entonces uno se cansa, no le dan ganas de continuar. Hay vecinos a los que les pagan los impuestos, y hay otros que trabajan en los boliches”, insistió. Otro de los habitantes de la zona también reconoció que algunos empresarios ofrecen estadías por fin de semana en hoteles de la ciudad para que no tengan que sufrir los problemas presentados.

Asimismo, Cáneva contó que cuando los intereses de los vecinos son distintos es muy difícil seguir unidos. “Porque por un lado tenías al que decía que la casa se desvaloriza al lado del boliche, y por otro, la persona que contaba que no podía dormir a causa de las tremendas vibraciones”, detalló. En sintonía con esas palabras, Lacovara concluyó: “Hay un dicho que dice: tu derecho termina donde empieza el derecho del otro, y esto no se respeta, porque cuando uno lucra en beneficio propio con la pérdida de los demás no está respetando esos derechos”. Además aseguró que el tema de los boliches trae muchos problemas, y que la mejor forma de solucionarlo “es generar una centralización de locales nocturnos”.

Pasaron años y las situaciones por las que tienen que pasar los vecinos no cambiaron. Proyectos hay pero siguen en la dulce espera para llegar a concretarse. Mientras tanto, Pichincha sigue siendo un barrio donde los fines de semana la tranquilidad no existe. Sin embargo, las voces municipales aseguran que hacen su trabajo como se debe. No es fácil determinar un culpable de esta situación, pero el tiempo pasa y los ciudadanos siguen siendo los más afectados.

 

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